En el ciclo “Hablemos de Salud” impulsado por la Junta Médica de la Cámara de Diputados dialogamos con la nutricionista María Cecilia Tarico, quien subrayó la importancia de consultar con un profesional idóneo antes de tomar la decisión de realizar una dieta determinada, sobre todo en esta época en que las redes sociales ofrecen soluciones mágicas para perder peso.
Al respecto, dijo que lo importante es recurrir a nuestra sabiduría interna ya que el niño desde que nace y hasta los 5 años, más o menos, se alimenta de acuerdo a sus propias señales corporales. Esto se llama alimentador intuitivo. Intuye cuando tiene hambre y deja de comer cuando de sacia”.
“Esto, a medida que vamos transitando la vida, lo vamos perdiendo naturalmente por una cuestión de cultura, de imposiciones sociales como por ejemplo, terminaste todo el plato, o no vas a comer, o vas a comer tanto, etc.”, expresó, destacando que “en este marco nos vamos adaptando también, porque somos seres sociales, a comer a determinados horarios, con determinadas personas”.
Indicó también, que “como las mujeres, sobre todo las mujeres, pero los hombres también, venimos de patrones hegemónicos, corporales, de estereotipos, de cuerpos ideales, en la adolescencia empezamos, o antes inclusive, a caer en patrones de: no quiero a mi cuerpo, no me gusta. Sobre todo si hemos sido educados en ambientes en donde se critican otros cuerpos, o niñas o madres que criticaban su propio cuerpo, haciendo dietas, favoreciendo la cultura de dietas”.
“Hacer dietas con mamá, es una forma de identificarnos y al hacer este tipo de recorrido y vivir en una sociedad que, digamos, demoniza cuerpos que no son hegemónicos, empezamos a caer en patrones de riesgo y de vulnerabilidad alimentaria”, aseguró.
La profesional, siguió en esta línea de la disfunción alimenticia poniendo énfasis en el “rol que juega la familia en patologías como la bulimia y a la anorexia”, aportando que “Argentina es el segundo país del mundo con más trastornos de la conducta alimentaria. Después de Corea, Japón, estos países lideran, pero nosotros somos segundos, o sea que no estamos fuera de la estadística muy determinante”.
Señales de alarma
En tanto, al referirse a las señales que hay que tener en cuenta para detectar si algún integrante de la familia esta con un problema alimenticio dio algunos detalles. “Esconder comida es uno, o sea, suelen esconder comida o papelitos en los bolsillos o en los placares, lo que no es una buena señal; también separar comida en el plato es un factor, demorar mucho, decir no, ya comí y no compartir la comensalidad, la mesa con todos los participantes; observar cuando van al baño pos ingesta, observar, ya en casos más extremos, observar los dedos por el vómito inducido”.
Dentro de los trastornos alimentarios mencionó “el trastorno por atracón, que es muy común esto de hacer como grandes ayunos y después comer grandes volúmenes de comida y producir también una purga; la vigorexia, tanto en hombres como en mujeres que buscan tener cuerpos esculturales con mucha concurrencia al gimnasio y la ortorexia, que es estar obsesivo por los nutrientes e ingredientes que tienen los alimentos”.
Por otro lado, rescató la importancia de “comer en familia, todos juntos, ya que este es un patrón muy saludable porque nos autorregula. El hecho de que coman solos los adolescentes o los niños o sin ninguna figura cuidadora adulta hace que no haya demasiada autorregulación en la ingesta. A veces o comen mucho o comen poco o quizás no es suficiente o no les gusta demasiado la comida y después se toman otra cosa, un sustituto o una golosina o un snack.”
Tratamientos
En cuanto a los tratamientos disponibles para tratar los trastornos alimenticios señaló que son “básicamente interdisciplinarios, hay clínicas específicas y demás, pero la idea acá es la prevención. Y esto de ir incorporando que somos valiosos y tenemos derecho y merecemos vivir una vida plena pese al cuerpo que tengamos, o sea, comprender que la apariencia externa no nos determina”.
“Nosotras como mujeres, que somos las que decidimos las compras, que decidimos qué comer en general, tenemos que amigarnos con los alimentos o quizás sanar nuestra relación con el cuerpo y con la comida para no transmitirlo a futuras generaciones. Y este es un proceso individual, pero también muchas veces colectivo. O sea, desde lo colectivo, desde lo social, se puede hacer esto de no opinar del cuerpo ajeno porque todos somos válidos”, añadió, recomendando “el cumplimiento de la Ley de Talles para que cualquier persona pueda entrar a cualquier negocio y encontrar ropa y que no nos discriminen por nuestro tamaño corporal”.
En tanto, “en lo particular, cada uno tiene que ahondar y profundizar en su sanación personal respecto a la relación que tenemos con la comida. Porque tenemos en general un vínculo muy insano con la comida. Sobre todo si hemos pasado por muchas dietas”.
Se refirió específicamente a uno de los tratamientos existentes que llamó “práctica somática, que es algo que se hace grupalmente o de manera individual y es una experiencia, es una práctica experiencial con el cuerpo, con distintas técnicas, trabajando sobre traumas que quedan alojados en el cuerpo, sobre traumas o experiencias adversas en la infancia”.
Desde su práctica especializada remarcó que “no se demonizan a los alimentos, ni se satanizan los alimentos. Nunca esto del azúcar es malo, la harina es mala, porque eso nos lleva justamente a tener más culpa, miedo o vergüenza a la comida. Cuando nunca debería haber sido así, no nacemos ni odiando al cuerpo, ni con miedo ni vergüenza o culpa a la comida. Entonces la idea es reconciliar estas dos situaciones”.
Las dietas
Respecto de las distintas dietas que se pueden hacer por cuenta propia señaló que “uno puede tomar una decisión personal, sin ir a un nutricionista, de hacer una determinada dieta porque a una amiga le dio resultado. Por supuesto, como poder se puede y tiene su derecho porque estás en tu libertad individual de hacerlo, no obstante lo que yo recomiendo es que se consulte a un profesional”.
Desde su opinión personal dijo “no soy partidaria del camino de las dietas, sobre todo para el descenso de peso, por supuesto hay que evaluar el tema de una patología y demás, porque se ha comprobado que el 95% de las personas que bajan de peso a partir de una dieta lo van a recuperar en un lapso de 2 a 5 años. Con lo cual, esto deteriora la salud a largo plazo. Pero esto es lo que no te dicen las redes sociales ni la letra chica de las dietas”.
Mi posición es que la persona se vuelva a reencontrar con sus propias señales de hambre, deseo o saciedad, diferente a lo que proponen las dietas. El trabajo debe ser interdisciplinario porque los trastornos alimentarios hay que trabajarlos desde la integralidad”.
Se refirió además a los “ayunos intermitentes”, indicando que “definitivamente no es para todos las personas, ya que se genera esto de la no sensibilización de mis propias señales, porque estoy esperando a ver a la hora que puedo comer. Es decir, deja de haber ahí una regulación biológica de la señal propia de hambre y saciedad. Entonces me desconecto de mis propias señales para estar conectada a lo que debería ser. Es decir, viene a ser como algo más mental que corporal”.
Al finalizar, volvió a rescatar la necesidad de “reconciliarnos con nuestros cuerpos y con la comida. El sanar tiene que ver con eso. Si vemos que nosotras toda la vida, como mamás, como educadores, hemos tenido mala relación con el cuerpo, con la comida, no podemos transmitir eso a las futuras generaciones. Entonces me parece que es hora de tomar el mando. Llevamos muchos años de mal vínculo tanto con el cuerpo como con la comida, entonces necesitamos recapacitar y sanar, no solo por nosotros, sino por los que vienen. Tal vez porque estoy buscando validación externa, tal vez porque no me considero suficiente. Es más profundo el problema que si no se trata adecuadamente, ancla el rechazo hacia nosotros mismos”.